ARTESANOS LARA FALCON YARACUY

>. Key words: Aragua, alcoholic beverage, caquetío, Pecaya, Pedregal, penca. INTRODUCCIÓN La historia botánica del Estado Falcón apenas está dando sus primeros pasos. Sin la suerte que otras regiones del país han tenido, visitadas desde antiguo por viajeros y científicos que han dejado sus notas de viaje y estudios como documentos de primera mano para el conocimiento de la flora, el investigador regional se encuentra en situación poco propicia para estudiar el desarrollo de la botánica en la antigua jurisdicción de Coro. Después del siglo XVI representado de modo excelente por el aporte de Galeotto Cey, y el de algunos cronistas que incluyeron el tema vegetal en relaciones históricas de carácter general, como es el caso de Fernández de Oviedo y de algún otro, para el caso coriano entramos en un vasto silencio de dos centurias apenas desmentido por un hecho aislado :la relación escrita siguiendo instrucciones del capitán general Solano, por su subalterno Pedro Felipe de Llamas, teniente de gobernador de Coro, en 1768. Se sabe que el botánico holandés barón Nicolás von Yacquin estuvo en las costas falconianas en la segunda mitad del siglo XVIII, pero los resultados de su exploración, si tal hubo, aún se desconocen localmente al redactar estas líneas (1). H. Karsten estuvo en la provincia de Coro finalizando la primera mitad del siglo XIX, y su extensa obra venezolana aún no ha sido traducida al castellano. Uno de los lugares preferidos de la investigación de los germanos ha sido la península de Paraguaná, allí estuvo R. Ludwig entre 1886 y 1888. Tampoco en su caso han sido publicado los diarios de sus exploraciones, y solo sí una semblanza de los trabajos llevados a cabo en dicha península (2). Un siglo después que Karsten, el venezolano Francisco Tamayo realizó exploraciones botánicas también en Paraguaná (3). Nos encontramos con un repertorio de investigadores bastante reducido, y con unos resultados generalmente ignorados, tanto por la dificultad de acceder a algunas publicaciones, como por desconocerse o permanecer inédita parte de la obra de estos naturalistas. El Centro de Investigaciones Históricas “Pedro Manuel Arcaya” (CIHPMA-UNEFM) ha generado hasta ahora en la materia que nos ocupa, (realmente atípica en el cometido investigativo de sus pares venezolanos, dicho sea de paso), un Informe remitido al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) en 1987, donde se aborda el estudio de las fuentes para la historia botánica venezolana, y más recientemente, en 1999, elaboró y presentó como ponencia en las Jornadas organizadas por FUNDACITE-Falcón, la investigación : “Notas sobre la historicidad de la Zábila”(4). A comienzos de junio del presente año la Dra. Miriam Díaz, coordinadora del Programa Agave que viene desarrollando FUNDACITE-Falcón, nos invitó a redactar una reseña histórica sobre el Agave Cocui que ahora presentamos, esperando que esta colaboración contribuya a fijar la importancia, reconocida por la misma Dra. Díaz, de los estudios históricos para el conocimiento científico de nuestro territorio. ¿Cocuy, cocuiza o maguey ? Pittier, en su clásico tratado sobre las plantas venezolanas establece una clara diferenciación entre el cocui y la cocuiza: el primero es el Agave Cocui y la segunda es la Fourcroya Humboldtiana (Pittier, 1978: 206), la una la hace pertenecer a las Liliaceas y la segunda a las Amarylidaceae (5). La primera presenta las hojas cortas, la segunda muy largas, flores amarillas el cocuy y verdosas la cocuiza, aparte de presentar esta última un vástago floral más largo (Pittier,1978: 206). Schnee, por su parte adscribe ambas plantas a las Amaryllidaceae, como lo había hecho Ernst, y observa que las hojas del Agave Cocui pueden llegar a 1.40 m. de largo, siendo mucho más anchas que las de la Furcraea Humboldtiana; tampoco la inflorescencia es tan reducida en esta última como señala Pittier, quien nos habla de una altura máxima de 4 metros, y Schnee de hasta 12 metros( Schnee, 1984: 209) (figura 1). Nos dice Pittier que el nombre de maguey se aplica a ciertas especies de Fourcroya o Furcraea, es decir a lo que el eminente botánico cataloga como cocuiza(Pittier, 1978:298), pero también informa del “Maguei de cocui”, identificado por Humboldt y Bonpland en los alrededores de Caracas y Cumaná, y que posiblemente sea el mismo Agave Cacui, (Pittier, 1978:298). Encuentra Pittier que a menudo los términos cocuy y cocuiza se confunden, “y hasta parece que desde los tiempos de la colonia se han trocado los nombres” (Pittier, 1978: 206). Esta observación es rigurosamente cierta, de manera que en definitiva cocuy, cocuiza y maguey serían términos intercambiables. Si nos remontamos a la fuentes americanas más antiguas veremos que en efecto, los términos maguey, cocuiza y cocuy, se utilizan muchas veces para hablar de lo mismo, sin embargo el cronista Cey establece una clara diferencia entre cocuiza y cocuy: para él cocuiza es el nombre de la planta, y cocuy el nombre que entre los aborígenes tendría la planta horneada, esto es, convertida en cocuy, por extensión también recibiría ese nombre el zumo derivado de ella. De ser correcta la aseveración de Cey, a la larga la planta adoptaría también el mismo nombre(*). Según nuestra modesta opinión cocuy es el nombre indígena de la planta, y designa igualmente a sus derivados, en tanto que cocuiza, no designaría la fibra obtenida del cocuy, como dice Cey, ya que ésta siempre se ha denominado hispopo o dispopo, sino otra planta, de la cual aparentemente sólo se obtienen fibras utilizadas en cordelería. Es probable que la base de esta diversidad terminológica ocurra simplemente por su pertenencia original a una u otra etnia indígena; así, el termino maguey es caribe, en cambio el término cocuisa o cocuiza sería caquetío, podrían pues designar lo mismo según el área, ya fuera la Sierra de los Jiraharas, o la llanada xerófita por donde se extendía la nación caquetía. Figura Nº 1 Planta de Fourcroya Lindeni según Ernst Fuente: El Zulia Ilustrado. Edición Facsimilar. Fundación Belloso, 1965, p 218. El cocuy en la época prehispánica El consumo del cocuy crudo, cocido u horneado , o del zumo fermentado como bebida alcohólica, nos sitúa de forma directa en el corazón de la cultura indígena falconiana, tanto como la arepa, la pira, o las frutas locales. Esa posibilidad de entrar a la reserva de sabores de nuestros antepasados, de compartir procedimientos y gustos, forma parte del interés especialísimo que tiene para nosotros el conocimiento, conservación y fomento, no solo del Agave Cocui, sino de la esfera artesanal y vital que rodea esta extraordinaria planta, definida por el jesuita José de Acosta en 1590 como “el árbol de las maravillas”. Se ha establecido que el consumo inicial del cocuy podría ubicarse en el período Meso-Indio (5000 -1000 a C.). La alimentación meso - india, además de los productos marinos, la caza y la recolección de frutos pudo complementarse con las “carnosas pencas [del cocuy] asadas al fuego”. En el Neo-Indio (1.000 a C - 1500 d. C), su consumo se propaga, del mismo modo que se multiplicarían los usos y aplicaciones de la planta, se habla incluso de estupefacientes obtenidos de la cocuiza entre los caquetíos (Strauss, 1992: 126). El “extraordinario conocimiento de la cocuiza” que tenían los gayones del Estado Lara (8), vecinos y enemigos de los ajaguas, quienes también poblaron una extensa área del Estado Falcón, debió darse así mismo en otras etnias y allí donde la planta era igualmente abundante, tal como ocurre en las zonas ocupadas por los caquetíos y jiraharas del actual Estado Falcón, extensión que corresponde a lo que llamaríamos la Sierra Seca, Paraguaná, Coro y buena parte del Occidente falconiano. Federman en 1530, al entrar en contacto con los jiraharas de la Sierra, en su consabida parquedad narrativa no entra a describir sus hábitos salvo su antropofagia, apenas informa que en los pueblos le eran ofrecidas “la comida y bebida necesaria con arreglo a sus costumbres”. El 16 de septiembre de 1535 Titus Neukomm, alemán residenciado en Coro, en una extensa carta dirigida a su madre Elisabeth, residente en el sur de Alemania, refería que los indios de Coro se alimentaban con el producto de la caza y de la pesca, pero además, con “muchas raíces que cocinan y asan”. No es imposible que entre estas “raíces” pueda incluirse la base o tallo pelado del cocuy, pues el mismo problema de definición lo encontramos en el culto cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien al hablar del maguey en su extensa obra, nos dice que “aquella çepa o rayz en que nazçe, se assa e lo comen los hombres” (19). Pero no es sólo como alimento que generalmente figura en la nómina prehispánica, tanto en Falcón como en el vecino Estado Lara, sino inclusive como bebida espirituosa. De bebida prehispánica la califica Pittier en 1926 (9). El proceso de fermentación era aplicado por los caquetíos de muy diversa manera, lo hemos visto con el potaje conocido como pira, pero también con una chicha embriagante conocida como masato por los indígenas, el cual describe Cey: “De este grano [maíz] hacen los indios además una bebida [...], asan el maiz sobre una tortera, después lo muelen un poco y lo ponen a cocer con agua, y un poco de pan, del de las hallacas, masticado, y luego de bien hervido lo ponen en ciertas vasijas a reposar, y al cabo de dos o tres días está listo para beber, lo que sale primero, claro, lo llaman algunos “carato” otros “pichiparo” y otros “chicha”, a lo que resta que es como agridulce llaman “masato” (10). Ese “masato” parece que luego era filtrado y decantado antes de beberlo, al menos eso hacían los españoles recién llegados con aquel sucedáneo del vino. Según testimonios su sabor se acercaba al “vinagre aguado”, cuya acidulación aumentaba con el paso de los días hasta el punto de servirle a los españoles como sustituto del vinagre(22). Este proceso de fermentación, o uno similar pudo haber sido utilizado por los indígenas falconianos para obtener una bebida alcohólica a partir del Agave Cocui desde épocas remotas, y que como hemos visto coincidiría con el período Meso-Indio. Lo anteriormente expuesto y el pertinaz consumo del Agave Cocui, tanto como alimento horneado o no, y el consumo de la bebida alcohólica, así como la antigua y muy diversa utilización de la planta para otros menesteres, como la obtención de fibras, por ejemplo, (“hispopo”), nos lleva a sospechar una parcela más importante que los escuálidos indicios de su uso aportados hasta ahora por los especialistas del ayer prehispánico para las sabanas y la Sierra Seca falconiana. Ese panorama restringido quizá se vea sensiblemente modificado en un futuro no lejano, incorporando al panteón alimentario de las tierras cálidas y secas de Falcón y Lara, el cocuy. Quizá no se hablaría entonces de un consumo predominante de maíz y yuca, sino de dualidades tales como maíz-cocuy, o hasta de una tríada o complejo agrícola (maíz-yuca-cocuy). De comprobarse el consumo intensivo del cocuy en sus distintos productos, habría que matizar por ejemplo, la adscripción del territorio caquetío al área del maíz, en el que tradicionalmente se le ha incluido (11). El agave en los cronistas del siglo XVI Dos relaciones del siglo XVI resultan insoslayables a la hora de trazar los antecedentes históricos del cocuy, en cuanto a su presencia y uso en el sector de Tierra Firme que hoy llamamos Falcón. Una de estas relaciones es bien conocida, nos referimos a la célebre Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra Firme de Gonzalo Fernández de Oviedo, cuya primera parte fue publicada en Sevilla en 1535; la otra, inédita en nuestro ámbito hasta hace bien poco (1995), es la relación del florentino Galeotto Cey, quien arribó a Coro en 1545. Veamos en primer lugar la descripción que hace del maguey Fernández de Oviedo: “En la impresión primera destas cosas de Indias no se hizo mención de una hierva muy útil e necesaria en estas partes, la qual se llama maguey, e tiene mucha semejanza con la yuca, assí en algunos efectos e provechos como en la vista. La hoja de la una e de la otra son anchas en los extremos, e viénense ensangostando hasta su nasçimiento ; pero nasçen en tronco, o de la manera que nasçen una lechuga e espárçense de aquel tronco, assí que toman un campo redondo o compás de una braça *, según son grandes o pequeñas. Este maguey echa en la mitad una vara o tallo liso e derecho, más alto que un hombre bien alto, y en el fin deste vástago unas flores en el extremo amarillas e hechas en una cantidad de un palmo** en lo más alto, que paresce una maçorca (o talle della) de la manera que se hacen en España los gamones***. Esta es muy útil e buena hierva, porque se hacen della muchas cosas : lo uno hácesse hilo e cuerdas e sogas, como de la cabuya o del henequén; lo otro de la corteça de aquella vara que nasçe en la mitad, se haçen cestas e atan con ella lo que quieren ; y demás desto, en tiempo de nesçessidad, a falta de mahiz e caçabi e de otros mantenimientos, es manjar para suplir la hambre, e no de mal sabor. Porque aquella çepa o rayz en que nasçen, se assa e lo comen los hombres, no por dulçe pasto ; mas no teniendo otros manjares, este no es dañoso ni empacha, e basta para sostener la gente. En la vista es muy hermosa de ver esta hierva o planta, las hojas de la qual son mayores que desde el cobdo de un hombre hasta el fin del mayor dedo tendida la mano; e en el extremo o fin de cada anchura al fin una puntica, del talle que aquí la pongo debuxada [...] e es de tres palmos o más la hoja o penca, e gruesas como de çaviras****...”(Fenández Oviedo, s/f: 183 - 184) (12) (figura Nº 2). Figura Nº 2 Planta de maguey según Fernández de Oviedo. Fuente: Gonzalo Fernández Oviedo, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. T.I. Edit. Guaranda, S7F, . 307 Obviamente la descripción de Oviedo se refiere al Agave Cocui, y salvo en el empeño de establecer una similitud entre la hoja de la yuca y la disposición general del agave, es una descripción bastante consistente e ilustrativa de la citada planta. Resulta de interés su advertencia sobre su valor alimenticio, al asociarla al maíz y la yuca, cuando dice : “en tiempo de nesçessidad, a falta de mahíz e caçabi e de otros mantenimientos, es manjar para suplir la hambre, e no de mal sabor”(24). Se refiere en aquellos años iniciales de exploración y conquista, no al hambre de los indígenas tan solo, sino a las necesidades de los mismos españoles. Su larga estadía dominicana(25) y su gran conocimiento del Caribe y de la Tierra Firme, nos habla asimismo de la extensión de aquellos hábitos alimentarios. Cey, por su parte, tuvo un contacto muy estrecho con los indígenas corianos registrando características geográficas, así como la flora y la fauna de los actuales territorios falconiano y larense. Dice así al referirse a la Cocuiza, en el acápite titulado “cocuiza y herequén” : “La cocuiza no sé si llamarla árbol, arbusto o hierba o conjunto de hojas, que de todos tiene parte. Sus hojas son como en el margen veréis, llena de pencas con espinas a los lados, un poco oscuras en el medio, de longitud como un hombre, producen un montón de hojas más pequeñas y delgadas, como la que en Italia llamamos aloe, que las mujeres nuestras se ponen, creo que para embellecerse, en la cabeza ; pero la hoja es más dura, larga al menos una cuarta y media *, y tiene cúmulos de dichas hojas, o círculos de ellas, que tienen de circunferencia 10 o 12 brazas **, o más. Echa de tiempo en tiempo, un ramo en el medio, alto, derecho, de grosor al pie como un muslo, después va adelgazando, seco y liviano como un ramo de hinojo, con ciertas pocas hojas en la cima. De estas hojas agudas se saca un cierto cáñamo que se llama cocuiza. Cortan dichas hojas, después las ponen distantes unas de otras, sobre un leño redondo, como para pelar cueros, amarradas a él de modo que no se caigan; después las golpean con varas quebrantándolas y luego con un palo tallado como un cuchillo, con las dos manos raspan dichas hojas sacándoles la carnosidad verde y acuosa, de mal olor, hasta que quedan limpias las hebras, en un haz como cáñamo, las cuales los indios hilan y hacen con ellas sogas y esas redes en las cuales duermen, llamadas hamacas, y a los cristianos les sirven para hacer suelas de zapatos, cuerdas y otras necesidades, y si no hubiese esta hierba, no se cómo habría yo hecho, que es un gran recurso para quien va por aquellos países. Los indios en Tierra Firme aprovechan casi toda la macolla de hojas, y sacan el cogollo del medio, llevándose todas las hojas excepto las más próximas a él y hacen en tierra un hoyo en el cual encienden fuego por muchos días y muy grandes, después lo limpian, y así hechas las brasas, llenan ese hueco de dichos cogollos y lo cubren con hojas, piedras y tierra ; allí los dejan cocer y estofar, después los sacan y los comen, que eso les sirve de pan y llámase cocuy, derivado de cocuiza. Yo lo he comido por placer y por necesidad y es cosa muy dulce, parece cocido con nabos, sin faltarle lo acre; a quien no tiene costumbre, comiéndolo y tomando agua después, le afloja el vientre admirablemente. Otra especie hay de esta hierba, muy similar, llámanla los indios henequén, las hojas un poco más estrechas, más duras y no tan verdes, no se come ; sácase cáñamo del mismo modo, mucho más fuerte que la cocuiza, pero no hay tanta cantidad y sirve a los indios para cuerdas de arco y para pescar ; y las hojas de uno y otro sirven también para cobertura de cabañas o chozas bajas, porque son muy pesadas”(Cey, 1995:42) (14) (Figura 3). Acierta Cey al obviar comparaciones peregrinas como hace Oviedo con la yuca, y acercando la planta a “la que en Italia llamamos aloe” (27). La descripción corresponde por supuesto al Agave Cocui, pero al afirmar que la planta forma círculos “que tienen de circunferencia 10 ó 12 brazas”, objetivamente se estaría refiriendo no a una planta, sino a una colonia de ellas. De nuevo volvemos a encontrar el valor que en el régimen alimenticio de nuestros aborígenes tenía el cocuy (“que eso les sirve de pan”). La relación de Cey, tal como hemos visto, pretende aclarar además un punto álgido como lo es el nombre original de la planta y la significación de los términos cocuy y cocuiza, pero más bien trastoca los términos al llamar cocuy al producto de la cocuiza, tratándose de dos especies distintas de agave; el término maguey parece haber quedado restringido, cuando menos localmente, a lo que Pittier denomina cocuiza, y esto, tanto en Paraguaná (territorio caquetío) como en la Sierra (territorio fundamentalmente jirahara y ajagua). Resulta ilustrativo que en Paraguaná el maguey, bastante raro en la Península, adopte el nombre caribe, tal vez reconociendo implícitamente su proveniencia, o al menos su predominio serrano; inversamente, el uso del término cocuy y cocuiza en la Sierra, obedecería a una implantación hispana debido al previo conocimiento de aquellos nombres en el ámbito caquetío. En relación de Barquisimeto de 1579, interesante para Falcón por referir los hábitos de indígenas que también habitaban nuestro Estado , como los ajaguas, jiraharas y caquetíos, se dice que los indígenas de la serranía seca situada al norte de Barquisimeto (gayones, ajaguas, y jiraharas), tenían “pocas comidas de granos ni de raíces por ser esta parte las aguas [in]ciertas”, para agregar acto seguido : “Susténtase de unas pencas a manera de cardo de España y las pencas son más gordas y más anchas, hay gran cantidad de ellas que los naturales llaman cocuy e nosotros la apropiamos al cardo como dicho es y córtanla, y cortada aquella cabeza y pencas que le dejan arrimado a la cabeza como cinco dedos de largo, e lo demás hechan por ahí, y esto cuecen en un horno con mucha piedra caliente e debajo de tierra, y allí se cuece y cuando lo sacan e comen, de las pencas el zumo y la cabeza”(Silva, 1941:71). Vemos pues que de las pencas sólo se aprovechaba como alimento, los 10 ó 12 cm. próximos a la cabeza, y el resto lo “hechan por ahí” como nos dicen aquellos primeros barquisimetanos. Agrega la relación que junto al consumo realmente básico del cocuy, se agregaba tras la llegada de las lluvias el maíz y las auyamas. Este régimen alimenticio, acompañado por el producto de la caza y la recolección de frutas silvestres, debió ser bastante similar al de su congéneres falconianos. De manera que podría hablarse de un régimen específico de las serranías secas centro-occidentales donde el cocuy jugaba un rol verdaderamente protagónico. Cocuy e indios jiraharas en una pintura del siglo XVII En las relaciones históricas de Oviedo y Cey encontramos las primeras manifestaciones escritas e incluso gráficas de la presencia y uso del cocuy en Tierra Firme, válidas ambas para el territorio falconiano, y como tales testimonios resultan invalorables. Pero ya que hemos hecho mención a los testimonios gráficos, debemos recalcar el interés que reviste para el ámbito coriano el dibujo hecho por Cey de una penca u hoja de Agave Cocui en su relación; ese dibujo junto con los otros que allí mismo se contienen, de la tuna, el cardón y otras especies, constituyen una primicia absoluta en lo que se refiere a la ilustración del mundo natural venezolano, e inaugurales en la historia botánica del nuevo territorio (figura 3). Pero en este sentido existe un testimonio mucho más valioso y fiel, nos referimos a la representación del Agave Cocui en una de las más antiguas pinturas realizadas en Coro, fechable en torno a 1623. Nos referimos a la Santa Lucía, de pincel anónimo, pero atribuible al pintor Juan Agustín Riera (29), quien pudo haberla ejecutado en la indicada fecha para la iglesia de la encomienda de Santa Lucía, pueblo cercano al de San Luis de Cariagua en plena Sierra de Coro. El pueblo desaparecería en las primeras décadas del siglo XVIII, y pertenecía a la etnia jirahara como el de San Luis. El artista situó la figura de la santa en medio de lo que parece ser la primera representación pictórica de un paisaje venezolano, paisaje que podríamos identificar con la Sierra de Coro vista desde la llanada seca, y allí plantas locales, siendo una de ellas, precisamente el cocuy(30). n efecto, a la derecha de la santa, en un plano intermedio, encontramos el agave con la E espiga floral cortada y las pencas ya un tanto mustias; otra de estas plantas se muestra a la izquierda de la misma figura central, y junto a ambas plantas se hacen presentes sendos indios jiraharas, los mismos de la encomienda de Santa Lucía, mostrando de alguna forma, la estrecha asociación del aborigen falconiano (y serrano), con esta planta, esencial para su cultura y subsistencia. Es quizá esta pintura el documento de mayor elocuencia para demostrar la relación y el uso (fotografías 1, 2 y 3). Los testimonios del siglo XVIII. El cocuy y los indios ajaguas. Al iniciarse el siglo XVIII un testimonio documental nos permite colegir el apel c Fotografías 1, 2 y 3 Santa Lucía (Anónimo ¿Juan Agust alle de la planta de Agave coui) p rucial que el cocuy tenía para los caquetíos. En 1714 el fiscal protector de “ los Naturales Caquetíos de la Real Corona de los pueblos de la Costa Arriba y Costa Abajo”, que lo hera el alférez Cristóbal de Nava y Dávila, se hace presente ante las autoridades describiendo el territorio que le correspondía a los indígenas de Mitare. Especificaba que además de sus resguardos y las tierras que destinaban para sus siembras, debían reservárseles los “cuquiales” o “coquiales”, es decir los cocuyales de las Cabeceras de Botoroa y los de las Vegas de Codore, pues a pesar de estar fuera de su demarcación estos cocuyales se agregaban como un exceso a la petición por ser esenciales a los indígenas, pues de ellos se mantenían “ dichos naturales cuando vienen [...] para la guarda y custodia de esta dicha Ciudad” (31). El protector utilizaba el argumento militar para justificar la petición. ín Riera?. A la derecha, det Fuente: Museo Diocesano de Coro Lucas Guillermo Castillo. n 1758, la comunidad indígena del pueblo de San Nicolás de Tolentino del Pedreg Los indígenas, tal como asienta el documento, tenían cocuiza dentro de su 23 E al puso pleito a ciertos vecinos por la posesión de las tierras del Jebe, éstos a su vez promovieron interrogatorio de testigos, una de cuyas preguntas es bastante reveladora de la importancia que el cocuy tenía para aquellos indios. Es la décima pregunta del interrogatorio, y dice así : “Yten. Si saben que en dicho sitio del Jebe no tienen dichos Yndios del pueblo del Pedregal Su cotidiano alimento que llaman Cocuy, ni allí sacan Sus Dispopos, ni cocuysa, para la fábrica de chinchorros para pagar Sus tributos”( AHC, Litigios sobre tierras, Pedregal, Nº 35,1758, f. 85vto.). En efecto, el pueblo de Pedregal era de indios tributarios, tenían un “gobernador” indígena, y un corregidor que era quien verdaderamente gobernaba y recibía las demoras o tributos anuales que debían pagar. Por tradición, pero también por su pobreza pagaban en especie, generalmente con chinchorros o hamacas confeccionados con los fibras del agave. territorio, pero la gran fuente de suministro se encontraba a dos leguas hacia el norte, en el llamado Cerro de Arajó, en realidad una fila cuya elevaciones se extendía de este a oeste unas ocho leguas. En la pregunta décimo octava del mismo interrogatorio se insiste sobre la importancia de la planta : “Yten, Digan si es verdad que en dicho cerro de arajó es aDonde tienen dichos Yndios Sus aprovechamientos del cotidiano alimento que llaman cocuy, Y aDonde sacan sus Dispopos y Cocuyzas para la fábrica de sus chinchorros Y otros aprobechamientos con que anualmente pagan Sus Demoras, Sin que ninguna Persona Se lo impida por ser Realengo”(AHC, Litigios sobre tierras, Pedregal, Nº 35, 1758, f. 86). Desde luego, al aprovechamiento del cocuy se agregaba la agricultura, Los indios tributarios del Pedregal pertenecían a la etnia ajagua. A comienzos practicada en localidades como Numanuma, la Cabecera de La Cuibita, así como en el llamado Cerro del Ojo de Agua, en Buruica, y otras partes, donde estos indígenas hacían sus “sementeras” de Maíz y otras Raízes para Sus Alimentos” (AHC, Litigios sobre tierras, Pedregal Nº 35, 1758, f. 86). Todos los testigos estuvieron contestes en afirmar sin embargo que el cocuy era “su cotidiano alimento”. Ello reforzaría nuestra afirmación sobre la posible existencia entre ciertas etnias falconianas de una dualidad y hasta de una tríada alimentaria básica, que para el caso de los indios del Pedregal sería maíz-yuca-cocuy. Tan vital resultaba para ellos que no vacilaron a la hora de entablar un costoso y prolongado pleito por unas tierras que según alegaron también les servían de cazadero y fuente de suministro del cocuy. Pero sus opositores no cejaron en aquella pugna afirmando que era en Arajó donde los indígenas del Pedregal, “sacan y an sacado siempre [...] el cocui para su manutención, la cocuiza y dispopo para obrar los chinchorros con que pagan sus demoras”( Nº 35, 1758, f. 86). Agregaban, que era allí el cocuy tan abundante, que hasta los mismos vecinos pobres, esto es, la población no-indígena, también concurrían al cerro de Arajó para beneficiarlo. del siglo XVIII existían en aquel territorio dos pueblos, el consabido de San Nicolás de Pedregal y el de San Jerónimo de Autaquire, los cuales se encontraban bastante próximos. Sabemos, sin embargo, que en el primer tercio del siglo XVIII la población de Autaquire se trasladó a Pedregal, refundiéndose ambos en un solo pueblo que subsiste hasta nuestros días. Era la misma gente que a la llegada de los españoles se encontraba en pugna con sus vecinos los gayones, quienes también participaban intensamente en la cultura del cocuy. Un tercer pueblo ajagua, tan antiguo como los anteriores, y fundamental todavía en nuestro tiempo, para el conocimiento de la referida cultura, es el de Pecaya, pueblo que distaba del de Pedregal unas 9 leguas de camino (17). Lo afirmado sobre la importancia del cocuy en Pedregal ilustrado por el pleito de 1758, cabe aplicarlo a estos indígenas de Pecaya, pueblo que no por casualidad se ha erigido en el principal centro productor de cocuy en la entera jurisdicción falconiana (figura 4). Las relaciones gubernamentales de 1768 En el transcurso del siglo XVIII a instancias del poder central, las autoridades de de Llamas es más extensa, y de singular interés dice que: las distintas ciudades se vieron obligadas a redactar informes geográficos cuyo objetivo era tanto el conocimiento del territorio y de su gente como la riqueza y potencialidad económica de los mismos. De particular interés para el tema que nos ocupa son dos relaciones larenses y la redactada en 1768 por el teniente de gobernador de Coro D. Pedro Felipe de llamas. La de Barquisimeto fechada en 1745 se refiere específicamente a la aplicación medicinal del cocuy :”...el cucui, que su Penca es próxima* activa, y el caldo que da es bueno para labar y Limpiar llagas y heridas pútridas, y del se quaxa ungüento para sanarlas”(37). Otra relación, esta vez de Carora, y coetánea de la relación “Los montes abundan [...] de Ispopo* [...] de que fabrican los naturales Chinchorros, con que pagan sus tributos**, es mui fuerte y compite con el cáñamo, las pencas de éste, cocido en horno dan una especie de conserva suave y de ifica mpliamente el juicio del Jesuita José de Acosta que hemos referido en las primeras ual reducida a una pita ordinaria, se Uso común, y dormitorio de los dios y gente pobre, con cuya especie pagan los Indios sus tributos, fuera de la Las relaciones de Coro y Carora de 1768 nos hablan con claridad del aguardiente derivado del cocuy; al calificarlo de “cálido” la relación de Coro, nos está dando a entend on un nuevo documento ue ilustra la importancia del cocuy para los indígenas, en este caso los caquetíos de Paraguaná, particularmente en los meses de “verano” o en época de escasez. En mantenimiento, de que usan ordinariamente los Indios, y los blancos no la desechan. Exprimidas estas pencas, dan caldo, mui fino aguardiente y mui medicinal. Su fruta, que asada es mui sana, sirve como pan, hácese gustosa pira o ensalada y conserva de ella, esta fruta adobada se llama Xibe***, y quasi es tan buena como la alcaparra” (38). Realmente la utilidad de la planta como alimento era extraordinaria y just a páginas de este trabajo. El teniente de gobernador de Coro el mismo año que el de Carora, expresa así mismo la utilidad del cocuy : “...También produce el terreno la cocuisa, la chacen de ella porción de Chinchorros para el In mucha cocuisa que se gasta y consume en toda la Jurisdicción, en los aperos de las vestias y otros servicios: Produce el terreno y Serranía de temperamento caliente, el Cocuy, cuyas Macollas horneadas con la Industria, vajo de fuego sirve para ayuda del sustento de los Indios y demás gente pobre, como también se mantiene con la mata y pencas de dicho cocuy, el ganado mayor, y de la misma especie se saca aguardiente, del que usa mucho la gente común, y aunque es nocibo por lo cálido, es muy medicinal para la obstrucción de frialdades por lo purgativo.”(Altolaguirre (Comp.) 1954: 197). er el elevado grado alcohólico del producto, pero al mismo tiempo, ambas relaciones lo califican de medicinal. En Coro, como debió serlo en Carora, el consumo de este aguardiente era generalizado, particularmente en los estratos inferiores de la población, por conocerse el procedimiento para producirlo y formar parte de la tradición indígena, en tal sentido debemos tener presente que la población aborigen y mestiza era, finalizando el siglo XVIII la más numerosa de la jurisdicción, explicándose también por esta vía el predicamento y divulgación de la cultura del cocuy. En las postrimerías del siglo XVIII nos encontramos c q dento de vacilante redacción, fechado en 1787, los indígenas del pueblo de Santa Ana protestan la ocupación de tierras que fueron suyas, y entre ellas : “... un Refugio de una Montaña que llaman Cude [...], está dicha Montaña al lado del Puerto de macama onde asemos guardia; no nos pueden negar que cortemos el cucuy en tiempo de Veranos de necessidad= Y también los blancos nonegar esta advertencia [sic]= a de mandar V.A* que no nos nieguen que corte ocum nos pueden mos uy Nosotros los Yndios, que como dicha montaña está serca de los actos** de stro aserto ocuy y la extensión de su beneficio entre la mayoría de las etnias indígenas existentes para entonces en la jurisdicción de Coro. Debe Hay constancia de que durante el siglo XIX el aprovechamiento del cocuy se plios ctores de una población donde los grupos indígenas y los mestizos conservaban su port dan los testimonios y nos resulta extraño el silencio de algunos autores uando al estudiar regiones donde existió y existe el aprovechamiento del cocuy, nada igan al respecto(21). Alí Brett Martínez, quien escribió un par de libros importantes Coc los Blancos a veses niegan que [...] cortemos Cucuy, que ni a los hereges se les puede negar la Caridad”(40). El tono de la solicitud es realmente dramático, y no deja de convalidar nue sobre el papel crucial del c observarse que el uso del cocuy como alimento, era parejo a la obtención de otros aprovechamientos como las fibras y el aguardiente entre los aborígenes. Por ello al hablar de uno estamos hablando también del consumo de los otros, como totalidad indivisible. El cocuy en la etapa republicana. La permanencia de una cultura. mantuvo en toda su fuerza, en buena medida por la precariedad alimentaria de am se imancia dentro del conglomerado, pero además la pobreza derivada en parte de los frecuentes acontecimientos bélicos y la consiguiente desarticulación económica, contribuía en no escasa medida al mantenimiento de los antiguos hábitos de consumo. Richard Ludwig, el naturalista alemán con larga permanencia en Paraguaná, deja indirectamente, constancia del consumo del cocuy(20). No abun c d sobre l o más de circunferencia. La hondura puede ser igual al hancho. Se coloca y arriba de está va una de piedra. Sobre la piedra se one el cocuy. Se cubre con sus mismas hojas y luego se le echa tierra encima. uy con el verano, lo cual ción desde la época prehispánica. Una vez pasadas las lluvias y gaba, el principal sustento lo constit r. En el siglo XIX, sobre todo en sus décadas finales proliferan en oro los alambiques para destilar bebidas espirituosas, pero también en el interior de la a cultura tradicional en Paraguaná, deja empero, cumplido testimonio de su presencia: “... Y los veranos tienen su estampa : los vendedores de cocuy de penca, sacado de la planta conocida como agave. Para procesarlo abren un hoyo en el suelo de un metroprimero una camada de leña p Después de prendida la leña se deja hornear durante 48 ó 72 horas. Al sacarlo se desprenden las pencas del tallo llamado pelona. Una penca valía un centavo y un buen pedazo de pelona costaba un cuartillo”(Brett, 1974: 29). Vemos como Brett Martínez asocia el consumo del coc responde a la tradi c onsumido el maíz cosechado si el verano se prolon uía el cocuy. Debemos recordar al respecto el reclamo de los indios de Santa Ana en 1787 (“no nos pueden negar que cortemos el cucuy en tiempos de Veranos de necessidad”). Si bien la cosecha del cocuy se practicaría eventualmente en otras fechas, cuando en medio del verano la ausencia de alimentos se tornaba más cruda, el cocuy alcanzaba un protagonismo casi absoluto. De todo ello quedaría, como un relicto aquel consumo del cocuy en el estiaje paraguanero y de otras partes de la jurisdicción coriana durante el siglo XX. Si el cocuy como alimento experimenta un declive durante el siglo XX, no ocurrió así con el lico C jurisdicción. Existen numerosos registros documentales en tal sentido, y aunque no se especifique la fabricación de cocuy, es probable que así haya sido, debido al extendido gusto popular por la bebida. Todavía en la primera mitad del siglo XX la destilación del cocuy era en Coro un importante rubro manufacturero, destacando particularmente los productos de la Licorería “La Joya” de Napoleón Ramírez y Compañía, fundada en 1927,la cual procesaba y despachaba el producto en sus instalaciones de la calle Manaure N°s. 25 y 27, incluso a la isla de Curazao. Dicha Licorería producía un cocuy refinado, con el nombre de Cocuy Valensey, pero también cocuy puro, ron, anís, y hasta una especie de cognac. El producto era mbotellado y etiquetado, y la fábrica además de botillería y almacenes, contaba con n camión de reparto. No era la única fábrica (sabemos por ejemplo, que la razón comerc El cocuy, como el maíz o la yuca, no es sólo una planta, también supone una cultura, e implica una forma de vida y si se apuran un tanto los términos, de es en absoluto casual que Pecaya, uno de los principales centros roductores sea pueblo de raíz ajagua, y ya hemos visto la importancia que el cocuy ocesos sumamente extendidos entre los rupos indígenas, particularmente entre ajaguas, caquetíos y jiraharas. A partir del siglo XVIII e u ial de T.M. Yánez e Hijo, también destilaba aguardientes en la misma calle Manaure), pero sí parece ser la más destacada (44). En décadas posteriores el incipiente desarrollo industrial del Centro del país abordó la fabricación de licores, copando con productos obtenidos a menor costo el mercado coriano, determinando la decadencia y cierre de las manufacturas locales. Conclusiones supervivencia. No p revestía para esa antigua gente. El consumo del cocuy e incluso de la bebida alcohólica data del período prehispánico. El cocuy, sobre todo horneado constituía un recurso alimenticio de enorme importancia durante las épocas de verano, llegando a suplir tanto al maíz como al casabe en la dieta, conformando con ellos una dualidad o tríada alimentaria cuyo estudio modificaría o al menos matizaría sensiblemente la división que hasta ahora se ha hecho de la Venezuela Prehispánica en zonas según su adscripción a uno u otro cultivo o la convivencia de ambos. La bebida, como zumo fermentado y decantado, seguía un proceso similar al utilizado para obtener la chicha o masato de maíz. Tanto esto como el sistema para hornear previamente la planta debieron ser pr g se advierte la incidencia de la cultura hispana, cuando la bebida alcohólica, cuya forma de obtención original se mantendría en paralelo, fue sometida a los mismos procedimientos de destilación utilizados en la obtención del aguardiente derivado de la caña de azúcar. Ello resulta plausible además por la circunstancia de encontrarse uno de los centros productores de mayor relevancia como lo fue siempre la comarca de Pecaya, muy próxima a lugares de producción azucarera como la era el valle del Río Mitare, donde así mismo se obtenía aguardiente, incluso de gran calidad, como el de la hacienda de Magüay, contigua al mencionado pueblo. De Ahí que no pueda extrañar la adopción de tal sistema para la producción del aguardiente de cocuy. La adopción de la destilación con alambique, operación hispana al menos en sus inicios locales, debió haber favorecido el consumo de esta bebida alcohólica, auge que se mantiene hasta el presente, cuando el manejo del Agave Cocui para otros fines experimenta una cierta decadencia. La reactivación de la cultura del cocuy, pasará no sólo por optimizar su aguardiente sino por fomentar el uso múltiple de la planta en alimentación, y la confección de hamacas y otros productos con su fibra, objetos ya de uso suntuario, de gran belleza y demanda en los mercados artesanales más acreditados. Conservar y fomentar una tradición supone un conocimiento que debe aplicarse y estar presente, pero así mismo, una vigilancia sobre los procedimientos y los productos que de ellos se derivan, con el propósito de mantener en su fuerza y veracidad aquella cultura que en buena medida explica y justifica a un pueblo como el de Pecaya, verdadero centro de la cultura del cocuy en el Estado Falcón. BIBLIOGRAFIA Academia Nacional de la Historia. Descubrimiento y Conquista de Venezuela, T. II, Caracas, 1988. costa, José de. Historia natural y moral de las Indias, Fondo de Cultura Económica, México, 1979. Altolaguirre, Angel (Comp.). Relaciones g ción de Venezuela / 1767-1768. Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas-Madrid, 1954. , Caracas, 1995. Cruxent, José M Mendoza, Caracas, Belloso, Maracaibo, 1965. Océano, Editorial Guaranía, Asunción, s.f. González Batista, Carlos. Museo Diocesano de Coro, Caracas, 1993. A eográficas de la Goberna Brett Martínez, Alí. Paraguaná en otras palabras, Caracas, 1974. Cey, Galeotto, Viaje y descripción de las Indias / 1539-1553. Fundación Banco Venezolano de Crédito aría (et al.). Arte prehispánico de Venezuela, Fundación Eugenio 1977. rnst, A. “Algo sobre plantas suculentas” en El Zulia Ilustrado, Fundación E Fernández de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Graterol Leal, V. Pedregal / Aspectos de un pueblo, Ediciones Edine, Caracas, 1963. Martín Mariano. Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas, ANH, Caracas, 1988. Pelayo, Francisco y Puig-Samper, Miguel. La obra científica de Löfling en Venezuela, LAGOVEN, undación Eugenio Mendoza, Caracas, 1978. Puig-Samper, Mi y Pelayo, Francisco. La obra científica de Löfling en Venezuela, LAGOVEN, chnee, Ludwig. Plantas comunes de Venezuela, UCV, Caracas, 1984. Sievers, W. “Los en Paraguaná (Venezuela)”, en Cultura Falconiana, N° 3, UNEFM, Coro, 1981. Silva Uzcátegui R ia Larense, Impresores Unidos, Caracas, 1941. ndoza, Caracas, Venezuela. (1)Reproduzco la noticia recogida por Pittier sobre Yacquin :”...fitólogo holandés muy conocido, quien fue por muchos años director de los afamados jardines de Schoenbrunn en Austria. Parece haber tenido la oportunidad de visitar una vez Coro nsenada de Sauca, en el Estado Falcón, de paso para Cartagena, algún tiempo durante sus cuatro años de viaje por las Antillas...”. Henri Pittier, Manual de las plantas usuales de Venezuela y su Suplemento, Caracas, 1926. Manejamos la (2)O tura Falconiana, N ° 3, UNEFM, Coro, 1981, pp. 315-331. (4)P Caracas, 2992. Pittier, Henri. Manual de las plantas usuales de Venezuela y su Suplemento, F guel A. Caracas, 1992. S viajes de Richard Ludwig .D. Encicloped Strauss, R. 1992 : El Tiempo Prehispánico de Venezuela, Fundación Me N OTAS y la e reedición facsimilar auspiciada por la Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1978, pp. 22-23.Otra corta noticia figura en la obra de Pelayo y Puig-Samper : “Yacquin, holandés al servicio de la Corte de Viena, recorrió la Martinica, Haití, Cuba, Jamaica y parte de Venezuela entre 1752 y 1759 y publicó la obra Selectarum stirpium americanum historia(1763). Vid. Francisco Pelayo y Miguel Angel Puig-Samper, La obra científica de Löfling en Venezuela, LAGOVEN, Caracas, 1992, p. 148 tro viajero germano, W. Sievers, recibió los diarios y colecciones de Ludwig tras su fallecimiento en La Guaira en 1894. Sievers publicó un resumen de la actividad de Ludwig en Paraguaná en 1898, la cual fue traducida por Schubert y Wagner y publicada en 1971. Consultamos la reedición de esta versión española aparecida en la revista Cul (3)Los resultados aparecen recogidos en su obra, Exploraciones botánicas en la península de Paraguaná, estado Falcón, Caracas, Talleres Patria, s. f. resentada en el Foro sobre la zábila auspiciado por FUNDACITE-Falcón en mayo de 1999. (5) Henri Pittier, Op.cit p. 206. (6) A. Ernst, en artículo fechado en enero de 1891 titulado “Algo sobre plantas on americanas”. Fue publicado originalmente en El Zulia Ilustrado, N° 27, Maracaibo, 1891. (Edición facsimilar de la Fundación Belloso, Maracaibo, (8) L ) P siempre le es fiel, pues hemos advertido en su crónica una que otra falla atribuible al hecho de no haber recordado el significado de algunos a la hora de redactarla. Debemos tener presente que entre los acontecimientos y su redacción transcurren unas dos décadas. Así lo señala José , agudo prolonguista de la obra de Cey. (14) 6)Según Cey los indígenas de Humocaro eran de esta nación, p. 126 (17) A , Descubrimiento y Conquista de Venezuela, T. II, Caracas, 1988, p. 170. 8) Ibidem, p. 411. 9) Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Islas y popularidad, el ron no ha logrado aún desterrar completamente ciertas bebidas intoxicantes precolombianas, como el cocuy”. H. Pittier, Op.cit. p. 69. suculentas”, establece que ambas pertenecen “a las amarilidáceas y todas sus especies s 1965, pp. 216-218). (7) Pittier, Op.cit., p. 206. udwig Schnee, Plantas comunes de Venezuela, UCV, Caracas, 1984, p. 209. ittier, Op.cit, p. 298. (9 10) Ibidem. ( 11) Ibid., p. 206 ( (*) La memoria de Cey no términos Rafael Lovera (12) Nos informa Cey que los caquetíos, “cuecen ciertas hierbas y hojas de árboles y calabazas ; después de cocidas las dejan estar un día o dos, hasta que se vuelvan agrias, y son como espinacas, que ellos llaman cochas y algunos llaman pira”. Galeotto Cey, Viaje y descripción de las Indias / 1539-1553, Fundación Banco Venezolano de Crédito, Caracas, 1995, pp. 183-184 (13)José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, Fondo de Cultura Económica, México, 1979, p. 182. Rafael Strauss K. El tiempo prehispánico de Venezuela, Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1992, p. 88 (15)Ibidem, p. 126 (1 cademia Nacional de la Historia (1 (1 Tierra Firme del Mar Océano, T. II, Editorial Guaranía, Asunción, p. 183, (s.f.). (20)”A pesar de su (21)Cey, Op.cit, p. 24. Debemos señalar que en esa parte de su relación, el autor hace una especie de síntesis de los hábitos indígenas de Santo Domingo y diversos lugares de Tierra Firme, de ahí la diversidad de nombres, aunque caquetíos serían los términos “carato” y “masato”. Debemos llamar la atención sobre el detalle de n informa Oviedo, al hablar de los indios de Nicaragua la chicha es el “vino (22) (*) P c p 3)Gonzalo Fernández de Oviedo, Op.cit, pp. 183-184. a antigua que corresponde aproximadamente a dos varas, piga. imera vez ención en una crónica americana, lo que resulta para nosotros y nuestro ámbito, donde tanta importancia tiene su cultivo, de singular ) I (25) Fu (26) G * C la cuarta equivale a la distancia en una mano entendida, entre el pulgar y el meñique. Esto equivaldría a una distancia máxima de 10 metros. o Oviedo al finalizar su descripción del maguey también establece esa comparación. (28)Vid. R. D. Silva Uzcátequi, Enciclopedia Larense, T. I. Impresores Unidos, Caracas, 1941, p. 71. 9) Para un breve análisis de esta importantísima pintura el lector puede consultar agregar masa ensalivada para favorecer la fermentación. Observa Cey que el Maíz no es autóctono de Santo Domingo habiendo sido introducido por los españoles. Segú quellos hacen de mahiz, muy fuerte e algo açida que en la calor paresçe caldo de gallina, quando en él deshaçen una o dos yemas de huevo”, T. XI, p. 174. Ibidem. ara la división de Venezuela en grandes áreas según la base alimentaria, puede onsultarse a J. M. Cruxent, “Apuntes sobre arqueología venezolana”, en Arte rehispánico de Venezuela, Fundación Eugenio Mendoza, Caracas, 1977, p. 43. (2 * Medid esto es 1,68 m. ** Corresponde a unos 21 cm. *** Planta de las liliaceas con flores blancas en es **** ”Çavira” es término arcaico por zábila, es, que sepamos, la pr que ocurre su m significación. (24 bidem, p. 183 e por mucho tiempo vecino de la Española y alcaide de su fuerza principal. aleotto Cey, Op.cit, p. 42. mo es sabido, o ** (27)Ya hemos visto que el mism (2 nuestro libro Museo Diocesano de Coro, LAGOVEN, Caracas, 1993, pp. 24-25. (30) En otro rango de ideas, la obra parece expresar la atmósfera fuertemente italianizada del Levante ibérico. 2)AHC, Litigios sobre tierras, Pedregal, N° 35, 1758, f. 85 vto. (33)Ibi imiento de estos pueblos en la segunda mitad del siglo XVIII es lectura de la visita Pastoral del obispo Mariano Martí, recogida en mentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas, T.I., ANH, Caracas, 1988. 7)Silva Uzcateguí, p. 83 * ** Obsérvese la similitud en esto con respecto a los indios tributos falconianos. Puede a Martí, Op.cit, p. 86. También los caquetíos pagaban ocasionalmente a sus curas doctrimeros el estipendio con chinchorros tal como *** Léase “jibe” (38)Ibid (39)Angel Altolaguirre (Comp.), Relaciones geográficas de la Gobernación de Venezuela /1767-1768, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracasp. 197. Como vemos el informe coriano distingue entre las plantas de cocuiza y cocuy. 0)Registro Principal de Caracas, (RPCar), Tierras, Letra S, N°1, Paraguaná, * “Vu (41)A suelo quemado en una zona del Cerro de Santa Ana, señala que el terreno no fue quemado casualmente, ni era una “quema de cal”, ni por la sar en una quema de cocuiza debido a que no se consigue esta planta aquí” (W.Sievers, Op.cit, p. 320). Quiere decir que cuy, pero no que faltara en Paraguaná. (31) Litigios sobre tierras, Mitare, 1852, f. 34 (3 em, f. 86 d (34)Ibidem, (35) Ibid, (36)Para el conocfundamental la los Docu (3 El dispopo o ispopo es la fibra de sus pencas, cuya obtención describe muy bien Galeotto Cey leerse al respecto ocurría en Mitare. em, p. 222 Madrid, 1954, (4 “Autos formados sobre las tierras de los Naturales del Pueblo de Santa Ana de Coro”, 1787. estra Alteza”, se refiere a la Real Audiencia. ** Por “hatos”. l examinar el fabricación de alfarería, tampoco “se puede pen en aquella zona del Cerro no había co Obviamente Ludwig se está refiriendo al cocuy y no a la “Fourcroya gigantea”, al (42) 3) Alí Brett Martínez, Paraguaná en otras palabras, Caracas, 1974, p. 29 (44) contrario de lo que sostiene Sievers en la nota 22 (Ibidem, p. 330) Es el caso de V. Graterol Leal, (Pedregal/Aspectos de un pueblo, Ediciones Edime, Caracas, 1963. Menciona sin embargo las hamacas de la región fabricadas de “hipopo” (Ibidem, p.26).Hemos consultado una decena de libros de este tipo y la búsqueda ha sido igualmente infructuosa. (4 Vid. la información ofrecida por la revista El Meridiano, Caracas, Marzo de 1931.

estadistica

Tema Sencillo. Con la tecnología de Blogger.